lunes, 16 de junio de 2008

Pepito

¿Yo? Bien, bien, ahí andamos. La verdad no sabés lo contenta que me pone que me vengas a visitar. Y no, claro, porque los chicos ya casi no vienen. Hace un montón que no me vienen a visitar. Pero yo no los culpo, claro, mirá que van a venir a visitarla a la vieja, para ellos es una pálida. Aparte está cada uno con lo suyo, Pedrito ahora parece que consiguió novia y ni a la madre le da bola, que me va a venir a visitar a mí, la abuela, que aparte cada vez escucho menos. El médico me dio este aparatito, ¿ves?, me lo pongo acá y escucho todo mucho más. Pero igual a mí me parece que no anda del todo bien, el otro día estuvo sonando como tres horas el teléfono hasta que me di cuenta que era el mío. Porque los vecinos hacen un ruido terrible y están todo el día darle con el teléfono, y como a mí no me llama nadie… ¿qué voy a pensar que es el mío? Al final era para ofrecerme no sé que promoción. Una ricura la chica, pero yo le dije que no, que no quería nada muchas gracias. Y ahora parece que también tengo que ir al psiquiatra, pero yo no quiero. Lo que pasa es que desde lo que le pasó a Lolita yo estoy todos los días ahí en el hospital acompañándola. Porque ella tiene una enfermera, pero pobre, una chica tan jovencita, se aburre ahí acompañándola todo el día a la vieja. Entonces yo le digo, andá a tomarte un cafecito, a tomar un poco de aire, y me quedo ahí charlándole a Lolita. Lo que pasa es que claro, yo me angustio mucho. Salgo de ahí muy preocupada. Entonces el médico me recomendó un psiquiatra para que me diera no se qué pastillas que me van a hacer bien. Yo le pregunté a Jorgito que es médico y sabe de eso. Él me dijo que estaba bien, que me iba a hacer sentir mejor, y que la dejara a la enfermera hacer su trabajo que para eso está. Pero yo no sé… Y parece que el hijo de Jorge sigue con la pelirroja. Yo ya le dije, a mí esa chica no me gusta nada. Tan flaquita, con esa nariz puntiaguda. Aparte lo tiene embobado al Omarcito, y si me preguntas a mí, ella no lo quiere a él. Siempre lo tiene de acá para allá pidiéndole cosas. Romina creo que se llama, como la de acá del cuarto, que entra y sale a toda hora. Parece que es medio atorranta, yo la escucho salir y entrar como a las cinco de la mañana. Porque viste, yo duermo poco, me acuesto a eso de las nueve, después de rezar el rosario y saludarlo a Albertito que me cuida desde arriba, pero después estoy dando vueltas en la cama hasta cualquier hora. Gloria dice que es porque tengo que cambiar el colchón. Qué voy a cambiar el colchón, si uso la misma cama desde que nací más o menos. Aparte no es que me moleste la luz, si cierro todas las persianas. Ya ni de día las abro, mirá, con la fuerza que hay que hacer, no vale la pena, si total las voy a volver a cerrar. Aparte antes por ahí las dejaba abiertas por si volvía Pepito. Pepe es un gatito que se me metió una vez en casa, chiquitito, tenía una sed terrible entonces yo le di leche. Si vieras lo bien que le vino, tan flaquito que era, estaba chocho. Se quedó un tiempo acá conmigo, me hacía compañía. Era lindo tener a alguien ahí cuando me despertaba. Es que desde que se me fue Alberto yo me sentía tan sola, y a Pepe yo lo cuidaba, él me necesitaba ¿sabes? Porque estaba enfermito de tan flaco. Pero un día se ve que se cansó de esta vieja y se fue de farra con sus amigos. Nunca más volvió. Entonces, te digo, yo dejaba las persianas abiertas por si un día se le ocurría volver. Pero ya pasó tanto tiempo, y Gloria me dijo que los gatos son así. Vienen, comen y se van, pero yo me había encariñado con el bicho. Parece que el nieto de Gloria está rindiendo exámenes en la facultad, no se que está estudiando, una carrera de esas nuevas, comunicación… yo no entiendo mucho del tema pero le dije que iba a prenderle una velita a San Expedito para que lo ayudara. Cuestión que casi incendio todo el departamento, porque yo me fui a dormir y la vela se derritió. Por suerte llego Víctor, el sereno, que vio que salía humo por debajo de la puerta. Golpeó bien fuerte y me desperté, ya era una humareda esto. Si vieras el susto que me pegué. Por suerte no fue nada, Víctor me pidió que tuviera más cuidado. Ahora ya aprendí. Y a Pepito ya casi ni lo espero, si algún día quiere va a volver, y yo voy a estar acá. ¿A dónde me voy a ir? Y vos nena estás más flaca, estás comiendo bien, ¿no?

2 comentarios:

Vanesa dijo...

Nunca tuve suerte ni con los gatos, ni con los celulares.

Habré perdido, entre ambos, una docena.

Empatía =)

Bendito dijo...

simplemente genial!