miércoles, 16 de julio de 2008

DE UN ANDEN A OTRO

Llego caminando a la estación Martinez y me siento en un banco al sol. En el piso al lado del banco hay una chica sentada. Tiene pelo rubio recogido en un rodete y está tejiendo. Toda su persona emana paz y yo la miro envidiando su belleza simple. De pronto levanta la vista y se pone de pie. Empieza a hacerle señas a un chico que esta parado en el andén de enfrente. Él la ve y sonríe.
-¡Hola! ¿Qué hacés tanto tiempo?- Hasta en el pelo se le nota, está perdidamente enamorado.
-¡Bien, todo bien! ¿Vos?- Ella tiene una voz algo aguda, pero muy dulce.
-Bien… Acá yendo a laburar. ¿Vivís por acá?- Le esta rezando a Dios que así sea.
-No, vengo de visitar a una amiga. ¿Qué contás? ¿Volviste a ir al sur?- Así que ahí se conocieron, ¿y desde entonces pensará en ella?
-No, por ahí este verano vuelvo. ¿Vos pensás ir?- Si le dice que sí ya esta sacando pasaje en Bondi.
-Puede que sí, todavía falta igual.- ¿Ese ruido es el tren que se acerca?
-Y bueno, si vas nos veremos por ahí.- ¡No! ¡Quedate! ¡Decile algo más!
-Dale me encantaría.- En cualquier momento lo tapa el tren.
-Chau, ¡suerte!- No te subas, quedate.
-Chau, ¡vos también!- Y lo tapó nomás. Queda una ultima esperanza. Se ratea del trabajo y la invita a tomar unos mates al río.
Pero el tren pasó y ya no quedaba nadie en el andén. Era tan obvio, tan esperable. Qué bronca.